El Día Después
6:22am, Ciudad de México. Año: 2041
Me despierta mi Autrotrack en cuanto analiza y concluye que es el momento óptimo para terminar mi sueño. Este año será recordado como el año en el que vencimos la funcionalidad de los humanos. El trabajo se volvió opcional, y ahora solo un pequeño grupo de inadaptados continúa estudiando, investigando, innovando e intentando competir contra unas máquinas que se autoactualizan y son cada vez más eficientes que los humanos para todo. El resto de la humanidad (más del 99%) se volvió redundante para la producción y los servicios. Este es el año, en el que la ONU declaró el ingreso universal mínimo como un derecho de cualquier ser humano, independientemente de su nacionalidad.
Se desarrolló el mejor escenario posible para la inteligencia artificial: las máquinas ahora pueden hacer todo de manera más productiva y eficiente que los seres humanos. La comida abunda, al igual que la ropa, los materiales o cualquier otra cosa que podamos necesitar, y todo nos es brindado en cuestión de minutos. El consumismo alcanzó una etapa exponencial; no tenemos dónde guardar tantas cosas. Además, estamos bombardeados por información personalizada, y el gobierno se empeña en mantener entretenida a la sociedad mediante programas televisivos a la medida para maximizar la atención y la dopamina del público. No hay dos programas, películas o canciones iguales: todo es creado para cada persona, optimizado para generar satisfacción instantánea en un escenario de hiperpersonalización.
Dentro de la pirámide de Maslow, esta abundancia cubrió rápidamente los tres niveles básicos: primero, las necesidades fisiológicas (base de la pirámide), con alimentos garantizados para todos, vivienda y acceso a un médico personalizado a través de cada Autrotrack, que individualiza el diagnóstico y prescribe lo necesario para maximizar nuestros años de vida. Luego se cubrieron las necesidades de seguridad mediante millones de cámaras y drones que vigilan todo el territorio, además del ingreso garantizado que eliminó la preocupación por el dinero. Finalmente, con los dos primeros niveles cubiertos, nos dedicamos a nuestras necesidades sociales, pasando más tiempo con amigos, familia y comunidad. Pero el cuarto nivel, el de la autoestima, el reconocimiento y la independencia, nunca se alcanzó; y ni qué hablar de la autorrealización en la cúspide de la pirámide.
El problema comenzó en 2038, cuando estallaron protestas conocidas en algunos países como la Marcha de los Obsoletos y, en otros más agresivos, como las Protestas Neo-Luditas, en las que se amenazaba con la destrucción física de las máquinas y robots. Los gobiernos no entendían por qué la gente se quejaba, si tenían cubierto todo lo necesario para vivir dignamente, por lo que más que con represión contestaron aumentando los programas sociales estableciendo ingresos mínimos garantizados para que nadie tuviera que trabajar por necesidad de nuevo.
Robert Nozick había especulado en su libro “Anarquía, Estado y Utopía” (1974) sobre la potencial creación de una "caja de experiencia": una máquina capaz de simular cualquier sensación de felicidad, éxito, aventura o cualquier otro sentimiento deseado. Para 2035, esta máquina se convirtió en realidad y fue conocida como Autrotrack. Ahora puede medir nuestro cuerpo en tiempo real y permitirnos experimentar cualquier cosa con solo pensarlo. Sin embargo, el experimento no funcionó: paradójicamente, entre más teníamos, más disminuía la felicidad. Las parejas dejaron de tener hijos y comenzó una ola de suicidios colectivos. Los Autotracks pueden leer los pensamientos, pero no pueden identificar dónde se origina la tristeza, la depresión y la desesperanza que cubren a la humanidad.
Mientras unos se resignaban a su obsolescencia, otros buscaron darle un nuevo significado a la existencia. Grupos de ‘renegados’ comenzaron a desconectarse de la red, buscando sentido en la escasez y en el esfuerzo. Algunos decían que lo hacían por rebeldía; otros, porque sabían que sin desafíos, la humanidad estaba condenada a morir. Surgieron nuevas religiones y corrientes filosóficas. Aunque también resurgieron antiguas corrientes como el nihilismo y la falta de significado de la vida, el vacío y esta nueva falta de propósito.
Con todo resuelto, comenzamos a mostrar nuestro verdadero yo, lo que reavivó el debate entre las corrientes de optimismo y pesimismo antropológico. Por un lado, algunos continuaban defendiendo a Rousseau, argumentando que los humanos tenemos una naturaleza bondadosa y buscamos la virtud; por otro, las revueltas llevaron a otros a reivindicar a Hobbes, afirmando que, al estar aburridos, revelamos nuestro lado egoísta, competitivo y destructivo. Con todo el tiempo libre la población se polarizó entre buenos y malos, aumentando los problemas sociales y la polarización.
La sustitución de los humanos por máquinas fue gradual, pero nos tomó por sorpresa. Pensamos que esta revolución tecnológica sería como cualquier otra de los últimos 200 años, pero pocos supieron ver que lo que ocurría era el transhumanismo. El desajuste social fue similar al de la Revolución Industrial: el desempleo alcanzó el 30% en un solo año, lo que obligó a los gobiernos a intervenir con regulaciones y programas sociales. Esto derivó en la Ley General de Sustento a la Vida, que garantizó un ingreso básico universal. Pero, ¿alguien se detuvo a pensar si las personas seguirían incentivadas para trabajar en este escenario? ¿Algún funcionario consideró si estos programas minaban el propósito y la motivación de toda una población?
Los primeros años celebramos la abundancia y el tiempo libre, hasta que nos acostumbramos, nos aburrimos y, finalmente, caímos en un estado de depresión y resignación.
Me entristece pensar que mis hijos nunca pudieron experimentar lo que significa el esfuerzo. Detenerse tras una carrera y recordar lo difícil del entrenamiento. Festejar una graduación tras cinco años de estudio y esfuerzo. Lanzar un producto viral tras diez años de trabajo incansable. O el simple placer de entender una nueva fórmula después de intentarlo una y otra vez.
En algún punto, la humanidad dejó de buscar un propósito. Todo se volvió tan fácil que nada tenía valor. Nietzsche advirtió sobre este vacío existencial: cuando todo lo que nos define desaparece, nos quedamos solos con el abismo. Nietzsche escribió sobre la necesidad de crear nuevos valores cuando los viejos se desmoronan, el perder el propósito se puede entender como un vacío de vida, que luego se apodera de nosotros: “Cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti”.
Quizás nos equivocamos al esperar que las máquinas nos resolvieran todo. Tal vez lo que realmente nos hacía humanos no era la comodidad, sino el desafío. No deseábamos tanto los productos o logros en sí, sino el proceso para obtenerlos. Pero nos dimos cuenta demasiado tarde, cuando ya éramos obsoletos.
Se revisaron las estimaciones de población, la cual se espera caiga estrepitosamente. Primero, los jóvenes se dejaron de casar, para posteriormente tampoco tener hijos ante la desesperanza. Con los nuevos estimados, se pronostica que para el año 2200 seremos menos de mil millones de humanos, mientras que los robots dominarán la Tierra y temprana colonización del espacio, al superar en número el trillón de robots y nano-robots (es decir un millón de robots por cada ser humano). Tal vez siempre estuvimos destinados a este desenlace. Tal vez era inevitable esta larga y lenta muerte de la humanidad para hacerle espacio a lo que sigue, a lo que nos reemplace y suceda.
O tal vez no, y esta solo sea una carta creada desde el presente para que funja como presagio de lo que puede ser un futuro vacío. Tal vez necesitamos fusionarnos con la tecnología para sacar lo mejor de ella y de nosotros como humanos. Buscar nuestro propósito y potenciar lo que podemos hacer para acelerar el futuro y alcanzar un estado de realización tanto individual como colectivo.
Tal vez este escrito no solo sea una advertencia, sino una invitación a tomar el control de nuestras vidas y lo que hacemos, antes de que sea demasiado tarde. El futuro no está escrito, pero si no lo escribimos nosotros, lo hará alguien más… o algo más.